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Comunicado de la visita a los departamentos del Cesar y Santander, Colombia

Municipios de La Gloria, Tamalameque, Puerto Wilches y Sabana de Torres. Enero 29 a 31 de 2022.

CAMPAÑA AL SENADO

Isabel Cristina Zuleta

Entre el 29 y el 31 de enero del presente año, recorrimos los municipios de Tamalameque y La Gloria en el Cesar, y Puerto Wilches y Sabana de Torres en Santander. Allí compartimos con comunidades campesinas-pescadoras y recorrimos el gran río de La Magdalena.

Este ecosistema compuesto por humanos, río, quebradas, ciénagas, playones, peces, aves…nos clamó: está en riesgo la vida y es perentorio luchar por preservarla. En efecto, observamos y escuchamos la grave crisis que vive la cuenca del río Magdalena, hábitat de riqueza natural incalculable, al cual han convertido en escenario de conflictos históricos que, en el presente, no se han resuelto. La cuenca del Magdalena es uno de los ecosistemas colombianos con mayores retos de restauración ecológica y, además, se hace urgente la atención social a las familias que allí habitan.

Las familias campesinas-pescadoras con sus tradiciones ancestrales y medios artesanales, cuya cultura nace y depende del agua, son las que mejor conocen el flujo migratorio de los peces, las dinámicas hídricas y de los bosques ribereños. En todas las épocas y ante diferentes instancias, han hecho decenas de propuestas para preservar el río, peces, mamíferos, ciénagas, afluentes y, en general, los ecosistemas que posibilitan que humanos y naturaleza coexistan sin destruirse. El campesinado-pescador nunca ha sido escuchado con respeto, siempre se le ha invisibilizado.

El campesinado-pescador no sólo es experto en peces, atarrayas, chinchorros, canoas y lanchas. Mucho más abarcante es su conocimiento de las razones que afectan los ríos, ciénagas, humedales, maglares, la Mar y la pesca, situación que viene trastocando su cultura. El diagnóstico lo expresan con la sencillez y la claridad que les caracteriza: se requiere que de manera urgente se detenga la privatización de los bienes de uso público, la ocupación y relleno de humedales, ciénagas y riberas del río por parte de terratenientes que se las apropian, cambiando el uso del suelo e infringiendo las normas definidas al respecto.

Contrario a la protección, terratenientes han venido estableciendo haciendas ganaderas, bufaleras y cultivos de palma de aceite. Por otro lado, el Estado y negociantes del agua y la energía vienen construyendo represas a lo largo de la cuenca del Magdalena y, más recientemente, amenaza el temible fracking que quieren imponer. A esto se suma un proyecto de navegabilidad inconsulto y, a todas luces, con grave potencial de riesgo sobre el río y sus comunidades. La suma de todos estos factores, tiene en vilo la cultura agrícola y pesquera que le ha permitido vivir a estas comunidades en sinergia con el río Magdalena.

El campesinado-pescador reconoce y vive el impacto de la fragmentación e interrupción arbitraria de la conectividad y el flujo hídrico por obras de infraestructura y agroindustrias, del daño causado por la contaminación de la gran minería, de la explotación petrolera, los vertimientos de cascos urbanos y grandes ciudades; padecen las afectaciones a los caudales del río y ciénagas y el impacto sobre los peces a causa de diques construidos erradamente y represamientos, a través de los cuales se “canaliza” el agua en medio de la carrera extractivista impulsada durante los últimos gobiernos.

Recorriendo el Magdalena, se reconoce la dependencia y el metabolismo que han establecido con este bien natural las poblaciones tradicionales que habitan tierra y agua, un campesinado anfibio arraigado a este ecosistema que reconocen como su casa, su territorio para sembrar y habitar: en tiempo de sequía, plantan su pan coger en playones, terrenos baldíos de la nación pues, como pueblos ancestrales, no han tenido acceso a la tierra a lo largo de dos siglos de periodo republicano. Familias enteras de esta población campesina-pescadora, con sus propios medios, salvan manatíes de la muerte en medio de humedales sedimentados, desecados y acorralados por acaparadores de tierra, entiéndase, terratenientes que han titulado y apropiado ilegalmente cuerpos cenagosos completos.

Por ello, nos solidarizamos y, desde ya, apoyamos y respaldamos la resistencia que viene dando esta población, un tipo particular y especial de campesinado que, con su oficio, además de garantizar su existencia y alimentar a cientos de familias en el país, es guardián de la gran cuenca del Magdalena.