Nosotros ni tenemos ni proponemos fórmulas mágicas, pero sí tenemos claro que lo que tenemos es un modelo de acumulación por desposesión que ejercen unas élites –unas consideradas legales, otras, no- con la ayuda del aparato burocrático-administrativo de los diferentes niveles del Estado. De hecho, el modelo económico del país supone un atentado a la soberanía económica de Colombia y, además, concentra todos sus esfuerzos en las economías urbanas, agrandando cada día la brecha con el mundo rural y sus lógicas económicas internas.
También sabemos que para que la economía debe estar al servicio de las personas, debe estar estructurada desde las unidades básicas (familia y comunidad) para luego provocar alianzas productivas y de intercambio entre ellas.
Para que una nueva forma de articular la economía sea posible es imprescindible diluir la concentración de poder de los grandes grupos económicos, dotar a los proyectos comunitarios y barriales de recursos, y facilitar los espacios de intercambio de buenas prácticas en economía cotidiana.
La legislación que favorece la especulación, el acaparamiento y la desposesión de tierras debe ser eliminada. Es imprescindible una reordenación completa y efectiva de la distribución de tierras promoviendo el arraigo, la economía de pequeña escala y las apuestas por lo comunitario sobre lo individual.