La denominada como transición energética es una trampa que promueve el sector extractivista que, además, insiste, en hablar de salidas tecnológicas ante la degradación ambiental cuando el problema es el modelo en sí.
La matriz energética de la demanda (consumo) se basa en los hidrocarburos (carbón, petróleo y gas), en contradicción con la matriz energética de la oferta, que insiste en hablar de supuestas energías “limpias”, como las generadas en las hidroeléctricas. Se trata de un ejercicio de cinismo que tiene graves consecuencias para que la vida sea posible y, además, hace inalcanzable el precio de la energía para la mayoría de las personas que habitan el país.